Llama de sueños
Tenía diez años cuando mi abuelo,
débil por su enfermedad, me llevó por primera vez al desván donde la escondía. La
guardaba en un pequeño baúl de madera lisa sin ningún tipo de decoración más
allá de los refuerzos de bronce. Lo abrió con delicadeza, con la solemnidad de
quien realiza un ritual sagrado. Las bisagras chirriaron, y un olor a cera chamuscada
inundó la estancia. Me sentí algo desilusionado al mirar dentro. Esperaba
encontrar multitud de tesoros bajo aquella tapa, pero lo único que quebraba el
vacío de su interior era una pequeña vela que se sostenía sobre un candelero
herrumbroso. El pabilo ardía con una llama verde.
—Es para ti –me dijo. Acto seguido, asió la vela con mucho cuidado y la alzó frente a mí.
—¿Una vela?
—Es una vela mágica. Una vez
encendida nunca se apaga a menos que alguien sople la llama, y, al hacerlo, le
concederá cualquier deseo. Tan solo uno, recuérdalo.
—Qué pasada, abuelo. Pero… no
entiendo. ¿Por qué no la has usado?
—Es difícil de explicar, y tú aún
eres un renacuajo. Además, eso ya no importa; soy muy viejo, y tú tienes toda
la vida por delante. Quiero que la guardes. Aun así, no te apresures. Los
sueños de las personas pueden cambiar. Cuando pidas tu deseo, asegúrate de que
sea el adecuado.
—Pero podrías usarla para vivir
más tiempo.
—He tenido una vida feliz –apoyó
su mano en mi cabeza y la frotó sobre mi pelo, revolviéndolo–. No necesito más
de lo que me corresponde. Prométeme que la guardarás para ti.
Al año siguiente mi abuelo
falleció. Dudé si hacer uso de la vela mágica, pero me mantuve fiel a mi
promesa y me resigné a llorar su muerte. A medida que pasaban los años, el deseo de
soplar la vela para cumplir mis sueños me asaltaba constantemente. A los
dieciocho me enamoré de Rebeca Morales. Yo tocaba en un grupo de rock y siempre
la invitaba a mis conciertos con afán de conquistarla. Entonces ella se enamoró
de Marco, el guitarrista, y no pude soportarlo. Estuve a punto de usar la vela
para conseguir su amor. Por suerte no lo hice, y conocí a Roxana; la mujer con
la que he compartido mi vida hasta el día de hoy.
A los veinticinco decidimos alquilar
una casa e ir a vivir juntos, pero con mi banda no ganaba dinero suficiente,
por lo que me vi obligado a buscar otro trabajo. Lo odiaba. Ocupaba todo mi
tiempo. Yo quería dedicarme a la música y, una vez más, pensé en recurrir a la
vela mágica. Deseaba triunfar con mi banda, ser famoso, recorrer el planeta,
hacerme rico… Entonces Roxana me dijo que estaba embarazada. Creo que nunca he
pasado por algo que haga cambiar mi perspectiva del mundo de forma tan radical.
Guardé mi deseo.
Meses después nació Esteban.
Fueron muchas las ocasiones en las que estuve a punto de apagar la llama
mientras mi hijo crecía: cuando tuvimos problemas económicos, el día en que mis
padres fallecieron, al saber que mi nieta, Esperanza, nacería sin la mano
derecha…
No llegué a preguntar a mi abuelo
cómo estaba tan seguro de que la vela funcionaría si nunca la había usado, y
esa incertidumbre me ha acompañado durante toda mi vida. Ahora que soy viejo
por fin lo comprendo, y me reconforta contemplar esa diminuta llama verde y
saber que algún día la guardará mi nieta.
Precioso Relato!!! Me ha emocionado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me emociona que te emocione.😃
Eliminar